Doy fe que he visto a más de un adulto proponer un Marco Polo, bucear en busca de broches o escupir chorritos de agua incesantemente. Todo nos seduce, desde un trampolín hasta el fenómeno de los dedos arrugados.
El cuerpo se agita con movimientos que carecen de coordinación, probamos las mil y una posiciones del flota flota, hacemos pruebas de sonido bajo el agua y a la segunda brazada de un crol inexperto nos sentimos Meolans.
Dígale adiós a las cirugías, a dar la vuelta a la quinta y al yogur Ser.
Este verano, sentirse jóven es una elección mucho más económica. Sino, pregúntenle al elenco de Cocoon.

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