23 de julio de 2010

7 dias

Hace un mes que me mudé sola, a un departamento que dadas sus minúsculas dimensiones en 7 segundos lo recorres por completo.
Y si...todavía me levanto y no sé donde estoy. Ya ensucié todas las paredes tanteando en la oscuridad las llaves de luz que me cuesta horrores recordar dónde están. Ya me congelé 200 veces en la ducha regulando la fría y la caliente y ya se me cayó el palo que sostiene la cortina más de 100. El timbre de abajo pienso que es el de arriba, y el de arriba ni lo escucho.
Yo sé que mi casa y yo recién nos estábamos conociendo, pero no había necesidad para que el destino y una gripe injusta metieran tanta presión.

Hace un mes que me mudé sola, y hace una semana que no piso el mundo exterior.

Pese a lo desesperante del encierro, en estos 7 días descubrí cosas de mi casa (y de mi) que me hubiese llevado meses descubrir. Por ejemplo que creo que soy la persona que más pares de medias tiene sobre el planeta tierra. O que bañarse es aburrido cuando no estás sucio. O que entiendo exactamente cómo se siente mi gata cuando mira con anhelo por la ventana a la gente pasar. Que todas las canillas de mi casa gotean y que absolutamente todos mis vecinos son viejas que ya pasaron los 80. Todas menos mi vecino de abajo, que o casualidad, solía ser un compañero mío de colegio que fue mi amor imposible durante mis primero años de secundario y se apellida como un tipo de pasta rellena.
También descubrí que con un zapping general matutino de la programación televisiva, ya puedo saber lo que van a pasar durante todo el resto del día en los canales. Como el caso de la ballena franco austral que cayó arriba de un velero, o el robo al Banco Ciudad de Pilar con toma de rehenes, que lo repitieron durante dos días y le hicieron entrevistas hasta a la prima muda de una rehén. Pero lo curioso de esta última noticia fue cuando una de las rehenes, una señora de unos 60 años, fue invitada a un programa pedorro a contar su experiencia, con la peculiaridad que había sido ¨la mujer que logró convencer al delincuente de que los liberara tranquilizándolo con un vaso de agua fresca.¨

Señora: El delincuente estaba muy nervioso, y no paraba de fumar cigarrillos de droga, así que yo le ofrecí un vaso de agua fresca, le hablé y se calmó...

Necesito salir.

1 pensamientos:

Dante dijo...

un matapasta en el momento justo hace milagros se ve