23 de febrero de 2010

Desde el tunel

Me subí a la bici y pedaleé con 40 grados por el asfalto de Cabildo derritiéndose abajo mío. Los monstruos de metal me encerraron incesantemente, me rompí el toor con varios pozos y adoquines y sudé como pocas veces en mi vida. Nunca tuve tantas ganas de llegar a lo de mi abuela.

Doblé en Crisólogo Larralde y a medida que me alejaba de esa avenida infernal, todo lo malo empezó a pasar de a poco, entonces pensé en llegar mínimamente con una docena de facturas, como para compensar mi aspecto impresentable. Vale aclarar que ir a visitar a mi abuela no es algo que haga muy a menudo y el plan era todo un evento que merecía cumplir con los requisitos mínimos de una visita que me enseñó mi mamá: prolija, limpita y siempre con algo en la mano.

Me tomé el trabajo de elegir cuidadosamente cada factura, un par de grasa y membrillo para mí y el resto de manteca -que mi abuela las mastica mejor- pero hacía rato que la billetera se reía de mí desde la mesa del living de mi casa.

Cuando entré desalineada, agitada y sin nada en la mano, lo primero que vi fue la tele encendida, y a mi abuela recién bañada y perfumada viendo el chavo del ocho en su silla de ruedas. Y siempre siempre con un pañuelito muy paquete en la mano.
Le di un beso con ternura en su piel ya casi sin carne y me fui a servir un vaso gigante de 7up, pero gigante en serio.

Para el momento que recobré el aliento la vi pasar a Margarita, la cuida abuelas, con manchas negras en los brazos y en el cuello.

Margarita: Tu abuela dice que tengo la culebrilla, así que me hizo pasarme tinta china a ver si con eso se me va…

Abuela: Viste? Ahora vivo con un extraterrestre. Vos con quién vivís?

Yo: Con X abuela, te acordás que un día vino conmigo a visitarte?

Abuela: ( Cri Cri…)

Charlamos un rato, aunque escucharla con claridad me costaba un huevo porque habla muy bajito, ya casi sin fuerzas. Le conté de mis vacaciones, y ella se acordaba de cuando estuvo en ese país, pero no le gustó porque los lugareños eran muy atrevidos y se la pasaban en cuero, en pedo y al pedo.

Después de unos minutos en los que no pude evitar pensar en la culebrilla y en varios adornos horribles que me observaban, retomamos la conversación. LA conversación.

Yo: Estoy con insomnio de vuelta abuela, no sabés como me cuesta dormir. Vos dormís mucho?

Abuela: Y…me acuesto a las 7 de la tarde y me levanto a las 11 de la mañana mas o menos.
A la mierda, pasa más tiempo durmiendo que viviendo.

Yo: Y no tenés sueños? Porque la verdad que durmiendo tantas horas debes soñar un millón de cosas.
Debo admitir que me intrigó bastante saber con qué sueñan los viejos. Es como saber con qué sueña un hamster, o una paloma.

Abuela: Justo ayer tuve un sueño muy raro, soñé que tu abuelo me llamaba…

Silencio sepulcral. Escalofrío en la nuca. Tragué un mar de saliva.

Yo: No me jodas abuela.

Margarita: Si, es en serio. Cuando la fui a despertar pensó que yo era el abuelo y se agarraba de mí con fuerza.

Yo: escuchame bien abuela, la próxima vez que lo veas, decile que se deje de romper las bolas y que espere, que estás ocupada viviendo, ok?

Abuela: Vos con quién vivís?

0 pensamientos: