23 de septiembre de 2009

Negro el 23

Mi mamá y mi papá cumplen años el mismo día: el 23 de septiembre. 364 otros días tenían para elegir no cumplir el mismo día, pero no, tenían que cumplir exacatamente el mismo.
Y para complicarla más todavía decidieron separarse cuando yo apenas tenía 4 años, lo que significa que hace 22 años que me la paso corriendo para no llegar tarde al de uno ni al de otro, fundiéndome siempre en el mismo mes por culpa de los regalos y empachándome de comida hasta reventar desde la mañana hasta la noche.

Con él siempre fue almuerzo, con ella es cena.

Mi papá ama los tenedores libres (sobre todo porque el del cumpleaños no paga) y resulta entre tierno y escalofriante verlo comer de todo, sin tabúes de orden, sabor ni aroma. Platos que arrancan en frío con ensaladas rusas y fiambres y empiezan a calentarse con algo a la parrilla, pastas, paella y la infaltable comida china. Nada escapa a su estómago, ni las frutas de lata camufladas en paquetas copitas.
Juro que pocas veces vi a alguien disfrutar tanto de un plato en blanco. Como la hoja en blanco de un escritor, o el lienzo en blanco de un artista, mi papá ve un mundo infinito de posibilidades con un plato en blanco entre sus manos.
Verlo paradito haciendo la fila, esperando el glorioso momento de decirle al cocinero ¨un poco de esto, un poco de aquello, esto, eso y un pelín más de aquello¨ mientras le brillan los ojos como dos huevos fritos, no tiene precio. Como tampoco lo tiene verlo volver, viniendo hacia la mesa con el plato rebalsado de comida en cámara lenta, y cara de haber ganado el mundial.

-Otra Coca Light, le pide al mozo en el camino - Y yo me imagino toda esa comida flotando en un mar tormentoso marrón de espuma blanca dietética.

-Ya vas por la tercer Pa. Vas a reventar - Le miro la panza inflada como un globo y arrugo un poquito la cara.

Mi mamá ama cocinar. Desde que la conozco que se levanta al alba y se la pasa su cumpleaños entero cocinando para sus invitados. Gasta fortunas en la panadería, en el supermercado, en gaseosas y cunintons, como las llama ella. Y la remata siempre con una tarta de manzanas, canela y crema que no hay persona que la pruebe y no haya un antes y un después en su vida.

-Algún día vas a venir a ayudar a tu madre a cocinar? - me dice mientras apaga el horno, lava, bate, espolvorea, seca, desmolda, ordena y activa el plumero en el culo.

-No puedo Ma, tengo el cumple de Papá también. Te podrías haber casado con un Escorpiano y le hacías la vida más fácil a todos.

-Callate y haceme lugar en la heladera que no sé a donde voy a meter el peceto.

Abro la heladera y algo siempre se me cae, seguido de una cagada a pedos. Si las heladeras fuesen como las valijas sería todo mucho más simple. Te sentás arriba, hacés presión, forcejeas un rato con el cierre y listo, no hay puerta que se abra.

-Cuando van a inventar las heladeras con cierre, ma?

- Cuando vos me vengas a ayudar a cocinar.


Tengo un deja vu. Ah no, hoy es 23 de septiembre.

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