Mas o menos cuando tenia 12 años hice mi primer, único y gracias a dios último Asalto* en el colegio al que iba.
Debo reconocer que la palabra Asalto ya me resultó tentadora desde la primera vez que la había escuchado, y la idea de ser pionera en esta edición limitada de fiestas me excitaba bastante.
Un dia, no tuve mejor idea que pedirle a mi viejo que me habilite algún quincho del Club al que iba (Proximamente de Clubes I), donde pudiese poner un grabador con algún cassette de Los Pericos o Diego Torres (mis dos únicos cassettes) porque no todos tenían enchufes en las vigas de madera, y un Asalto sin música, era como la televisión sin Tinelli.
Colgúe un par de globos de colores, bols con papitas y palitos (los chizitos no porque su olor a queso me resultó siempre poco sexy), y el grabador listo con un cassette de Los Midachi que me había prestado mi hermano (no sé en que momento se me ocurrió que Daddy, Del Sel y el Chino tenían algo que ver con mi plan) que ya estaba en Play desde mucho antes que llegara el primer invitado .
Ah, y la cereza del postre, había preparado una búsqueda del tesoro por los alrededores del quincho que terminaba en un premio increíble que había tenido que donar de mi valiosa colección, dejándola incompleta: Uno de los Osos Kodak.
Todo estaba en su lugar, perfectamente calculado, nada podía salir mal, sólo tenían que llegar los invitados y darle vida a ese Asalto y a sus hormonas.
Pero el problema era justamente ese. Los invitados.
Después del primero de los chicos (y esta vez me voy a referir solo al sexo masculino), llegó el segundo, el tercero, el cuarto, uno atrás del otro, hasta terminar por ser 15 chicos y yo. Sí, lo que lees, 15 varones y ninguna chica, solo yo y los Midachi de fondo.
Esto había sido un complot femenino. Mi primer complot femenino a los 12 años.
Parecía una película yankee noventosa de universitarios acercándose la fecha de la graduación, solo que a los chicos les faltaba la campera tricolor de un equipo de futbol americano, y a mi ser rubia y de ojos celestes.
Mi primer intento de fiesta había sido un rotundo fiasco, y no había nada que pudiera hacerme sentir bien, o que me llevara de vuelta a ese universo femenino del cual había sido excluída desde el momento en que fui categorizada como una revolucionaria sexual, por un simple e inocente A s a l t o.
Del asalto en sí no hay mucho para contar, salvo que terminé jugando al futbol y regalándole el oso Kodak al último que se fue de la fiesta en agradecimiento por haber aguantado tanto, sin siquiera haber mencionado la búsqueda del tesoro.
LA NO MORALEJA: No se si este episodio de mi infancia explica o complica cosas de mi vida, pero que me lo acuerdo, me lo acuerdo.
*La primer fiestita. Donde nenas y nenas se reconocían interesados el uno por el otro y bailaban canciones para apretar con los brazos estirados sobre los hombros como dos robotitos (claro que estaban los zarpados que te agarraban de la cintura y se te revolucionaban las hormonas, como para tirar unos cuantos meses).
Títulos para un libro de poemas
Hace 6 días
1 pensamientos:
eso explica muchas cosas, chica de vida licenciosa ..
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